Paraná, 19 y 20 de noviembre de 2009

La universidad se re-abre después de algunas décadas a la cuestión de la politicidad de la ciencia. Esto sucede en el contexto de los actuales rechazos a de 19 Facultades del país y una universidad a recibir fondos de la explotación minera.

Y esta apertura se instala para pensar el sentido de la "utilidad social del conocimiento" producido en la universidad poniendo en discusión un sentido ofertista de la relación conocimiento-sociedad fundado en la concepción de "transferencia", pero sumando novedades que resultan imprescindibles pensar en relación a la democratización del conocimiento.

De este modo los universitarios y los no universitarios necesitamos reflexionar, discutir, poner en el centro del trabajo: Qué conocimiento para qué política, con quiénes producimos conocimiento y hacemos política.

Reencontramos en la preocupación por no ser cómplices de las políticas de expoliación minera nos impone la pregunta acerca de qué ciencia, qué política, qué universidad, con quiénes para un porvenir que merezca ese nombre.

El 19 y 20 de noviembre nos convocamos entre universitarios y las diferentes organizaciones en lucha para pensar y producir nuevas articulaciones sociales, como forma de ponernos en otros espacios desde donde ser interlocutores de nuestro tiempo.

Los documentos que publicamos en el blog se proponen para el debate a la espera de nuevos aportes.

Comisión universitaria interclaustros contra los fondos mineros - UNER

sábado, 24 de octubre de 2009

La historicidad de la actividad científica y la discusión acerca de qué ciencia: un programa de lucha política. Releyendo a Oscar Varsavsky

Por Alcia Naput y Oscar Vallejos

Toda escritura se sitúa en un tiempo histórico aunque no pretenda exhibirlo. La nuestra, en ocasión de referirnos reflexivamente a la obra de Oscar Varsavsky, no será una excepción. Involucrar reflexivamente nuestro horizonte histórico, desde las preguntas, los malestares, las críticas y las perplejidades, será parte de esta exposición, en relación con nuestro encuentro con esta obra que sabemos inscripta en una época, parte de una época. Pero también, la escritura de Varsavsky excede su tiempo allí donde colocando en primer plano la historicidad de la investigación científica y su politicidad, interpela nuestro presente.

El desafío de pensar a Varsavsky es doble: reconstruir (parcialmente y a pinceladas) la escena histórico-política e intelectual (la singularidad de un tiempo histórico) y acercarnos a la compresión de una personalidad singular. Hay en la obra de Varsavsky. un programa político y de estudio que suponen una discusión sobre el presente. Y cuando decimos programa político, tal vez debiéramos decir que hay una actitud política (más allá de las propuestas estrictamente programáticas para tecnología y ciencia) una voluntad y un sentido políticos en el que se inscribe la puesta en cuestión del contenido epistémico de la Ciencia y sus correlatos sociales. Ese cuestionamiento es constitutivo del vínculo y la responsabilidad política con su tiempo social[1]. Si pensamos con Rancière[2] que la política se construye en litigio con la lógica policial que distribuye los cuerpos en el espacio de visibilidad o invisibilidad y ordena la congruencia entre los modos de ser, los modos de hacer y consecuentemente los modos de decir entonces los actos políticos son actos libres, actos que crean un espacio y un tiempo, un tiempo distinto de las prescripciones estatales y de las exigencias del capital. Los actos políticos crean un nuevo espacio en tanto transforman la espacialidad en la que acontecen, en este caso la Universidad pública. Si la política existe es la posibilidad de no ser esclavos. En ese espacio politizado (la Ciencia en Universidad, la ciencia y la universidad) se lucha por la libertad y la igualdad[3]. Politizar la Ciencia es eso: convertirla en arena de lucha por la libertad y la igualdad, lo que involucra no sólo el sentido social de la existencia de Ciencia como institución sino su propia especificidad: sus cánones de evaluación, promoción, jerarquización, sus métodos y formas de organización. La querella intelectual que encarna Varsavsky conmueve instituciones, alineamientos, rutinas, designaciones, espacios compartimentados o separaciones, relaciones de poder. Es con el lenguaje de esa querella con el que tenemos que vérnoslas quienes leemos sus textos. Ese lenguaje hace presente aquel mundo de ideas y, en ocasiones, también su distancia del nuestro.

Escuchemos un poco a Varsavsky[4]:

El valor de un científico debería medirse por la calidad de su trabajo, la originalidad de sus ideas y la influencia que ellas tienen en sus colegas, por su capacidad de formar a otros más jóvenes, de crear escuela, por la intensidad y continuidad de su esfuerzo.

Todo esto es muy difícil de medir, de contabilizar, y hay que hacerlo para millones de jóvenes que aspiran a entrar a este grupo y para los centenares de miles que ya han ingresado pero cuidan celosamente que no se les postergue el reconocimiento de sus méritos.

El sistema ha resuelto este problema de una manera muy acorde a su ideología, usando como instrumento principal el paper.(…) Sin exagerar demasiado podemos decir que lo que el investigador científico produce para el mercado científico es el paper (…)

En base a esto se ha creado un mecanismo de ingreso y movilidad interna en este grupo (…) controlado por una élite cuya autoridad deriva en parte de sus antecedentes científicos y en parte cada vez mayor de su influencia sobre las fundaciones y otros proveedores de fondos (…)

Esta tendencia a usar sólo índices cuantificables es ya mala en economía, peor en Sociología y suicida en Metaciencia pero se usa porque es práctica (ej. Informe de la UNESCOp.117)

Resumiendo: cientificista es el investigador que se ha adaptado a este mercado científico, que renuncia a preocuparse por el significado social de su actividad, desvinculándola de los problemas políticos, y se entrega de lleno a su ‘carrera’, aceptando para ellas las normas y valores de los grandes centros internacionales, concretados en un escalafón.”

La mayor vitalidad y originalidad de la ciencia, dice Varsavksy: la encontramos en los críticos de la sociedad actual, ej: Marcuse, W. Mills…Hay lamentablemente una escasez de genio (de ideas que sean cualitativamente distintas) que asume su verdadera proporción cuando se la compara con la superabundancia de medios disponibles.” (hay, dice Varsavsky, toneladas de paper, muchos objetos pero menos ideas que antes)

A la vez afirma:

Hay bastantes motivos para confiar en que una nueva sociedad favorecerá el florecimiento de grandes ideas, y no por su interés en nuevas ramas de la ciencia sino por porque permitirá nuevos métodos de trabajo”.

Queremos aquí detenernos a pensar en la naturaleza “paradojal” o “contradictoria” de la situación social apuntada por Varsavsky: escasez de genio y superabundancia de medios; la vitalidad de la ciencia asociada a la producción crítica de la sociedad y el automatismo de la producción científica asociada a un proyecto modernizador; y la confianza en un futuro posible. En plena “edad de oro” del capitalismo, en la periferia, la escritura de Varsavsky expresa las claves de un tiempo paradójico: la modernidad y su contracara: la modernización.[5]

Marshal Berman sostiene que la modernidad “nos promete aventuras, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que al mismo tiempo amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos. Los entornos y las experiencias modernas atraviesan todas las fronteras de las geografías y las etnias, de la clase y la nacionalidad, de la religión y la ideología: se puede decir que en ese sentido la Modernidad une a toda la humanidad. Pero es una unidad paradójica, la unidad de la desunión: nos arroja a todos en una vorágine de perpetua desintegración y renovación, de lucha y contradicción, de ambigüedad y angustia. Ser modernos es formar parte de un universo en el que, como dijo Marx, 'todo lo sólido se desvanece en el aire.'”[6] En el siglo XX, los procesos sociales que dan origen a la vorágine de transformaciones científicas, productivo-económicas, comunicacionales, urbanas, manteniendo a la sociedad en un estado de continuo-perpetuo devenir han dado producido un tipo de funcionamiento social llamado modernización. La modernidad como aventura dejó paso a la modernización como rutina: el advenimiento del discurso de la inevitabilidad en el curso de la “globalización”[7]. La obra de Varsavsky habla este tiempo en que se prepara una nueva manera de entender la modernidad y la dinámica de la modernización. Varsavsky se inscribe en esa corriente moderna de vanguardia; es posible reconocerlo en esa tradición cuando leemos –no sin inquietud – que es preciso estudiar la “estructura de la rebeldía”; que el enfoque científico revolucionario no se propone tanto “describir una situación” sino preguntarse “cómo se controla”.

En las postrimerías del siglo XX (a partir de lo que Marcuse llamaría la sociedad opulenta) la idea de modernidad pierde su capacidad de organizar y dar significado a la vida de las personas. Y este acontecer, según Eric Hobsbawm, no es ni más ni menos que el triunfo de la lógica del capital – bajo los efectos de la extraordinaria explosión económica registrada durante la edad de oro y en los años posteriores – que, de la mano del abandono de la invención política, terminó por conformar un paisaje humano en el que es casi imposible percibir el sentido histórico de nuestra existencia. El cambio es percibido entonces, y paradójicamente, como un dinamismo social sin agentes sociales, sin sujetos.

Algunos creemos que esto no ocurrió sin lucha pero también que ello constituye una verdadera derrota cultural. Hemos abandonado la omnipotencia vanguardista (esta idea que expresaba Varsavsky) pero con ella se ha debilitado también la política, esto es: la imaginación y la construcción colectiva (que siempre se inscribe en una historia, se define en diálogo con un pasado) y sobre todo la polémica apasionada acerca del porvenir feliz, libre, igualitario. La radicalización del debate en torno a la imaginación y la constitución del porvenir, en torno a los sentidos de las prácticas presentes en relación con la construcción colectiva de un porvenir que merezca llamarse humano. Es en este contexto en el que se reinterpreta la política en clave de gestión estratégica y no de acción colectiva.

El texto de Varsavsky interpela nuestro presente en tanto enuncia una radical consciencia de la naturaleza política e histórica de la actividad científica y tecnológica. Sabemos de sobra que la tiranía militar trabajó denodadamente para enterrar aquel tiempo de promesa. Pero ¿qué ocurrió con la reconstrucción democrática a partir de ’83 en la Argentina? ¿qué ocurrió en este momento que podríamos comenzar a pensar como nuestro tiempo? ¿Qué sentido adoptó aquello de “modernizar política, económica y culturalmente la Argentina” (de los tiempos de la posdictadura)? En la transición democrática, creemos que se produce el triunfo de la rutina de la supervivencia, se pierde radicalidad, el cambio es: “recuperación democrática y modernización”. Y progresivamente ella se concebirá en los duros marcos del determinismo economicista (en el marco de la globalización[8]). Los debates acerca de las políticas científicas y tecnológicas tras el terror genocida (aunque haya voces que quieren nombrarlo) no conmueve la hegemonía establecida de la Ciencia. Al respecto, en un trabajo que analiza las políticas científicas y tecnológicas en la refundación democrática de la UNL, sostenemos[9] que la dimensión que no se hace visible es la de la construcción de la hegemonía. Como sostiene Laclau, en relación con las operaciones de la hegemonía podríamos subrayar que ella supone siempre relación de poder, además es “intrínseco al orden hegemónico que una clase o sector social presente sus propios objetivos particulares como los únicos compatibles con el real funcionamiento de la comunidad”, finalmente “para que haya hegemonía necesitamos que los objetivos sectoriales de un grupo actúen como el nombre de una universalidad que los trascienda; esta es la sinécdoque constitutiva del vínculo hegemónico” [10]

Podríamos pensar que en el período de refundación democrática se construye hegemonía en torno a la democratización de la universidad pero, como decíamos, dentro del régimen estatuido de producción de conocimiento científico: el contenido de “investigación científica y tecnológica” no es llamado a debate, ni hay desacuerdo, no se perciben disputas simbólicas de peso entre diferentes sectores, que se propongan como representantes de una u otra concepción o significado. La Universidad se encuentra al momento de la democratización con el CONICET con una estructura muy otra respecto de los años anteriores a la dictadura, en ese marco la Universidad lega al CONICET los mecanismos de la democracia formal y el CONICET aporta los cánones de la investigación científica: aquello que construye el sentido de la investigación científica y tecnológica.

En el documento-memoria de la SECYT del año ’89 se lee: “Desde el comienzo de de la gestión iniciada a fines de 1983, en el contexto general de la democratización, el CONICET aumentó cualitativa y cuantitativamente el apoyo a las tareas de investigación en el ámbito universitario. El sistema de subsidios a Proyectos de Investigación y desarrollo perfeccionó los mecanismos de apoyo y llevó su ayuda a lugares donde no había llegado antes, manteniendo criterios de exigencia científica.

(…) Con la creación del SAPIU sistema de apoyo para docentes universitarios, el CONICET, plantea un nuevo mecanismo destinado a producir cambios estructurales que privilegien al investigador universitario. (…) El docente que con dedicación exclusiva en la Universidad que es, a la vez, miembro de la carrera de Investigador del CONICET, realiza las tareas que el SAPIU tiende a promover. El docente con dedicación exclusiva que no es miembro de esta carrera pero que realiza investigación científica de la clase que promueve el CONICET, también queda típicamente encuadrado en el SAPIU.”[11]

“En el mundo de nuestros días emergió y crece drásticamente un nuevo factor que oscurece a los otros y da su perfil singular a la historia que vivimos. Ese nuevo factor es la tecnología. Aupada de la ciencia, la técnica impulsa el crecimiento vertiginoso de las posibilidades humanas.”[12]

La matriz desarrollista modernizadora se articula así con la autoridad asignada a la ciencia como tribunal último de legitimación. No se expone al debate, ni se tematizan las formas de producción de conocimiento científico y tecnológico, el papel de conocimiento (y de qué conocimiento) en el crecimiento y desarrollo económico, ni las condiciones del bienestar humano en ese contexto de espectacular crecimiento de la economía-mundo capitalista.

En la tierra arrasada tras el Terror de Estado no emergió la querella que Varsavsky encarnara acerca de la Ciencia, aquella que lo enfrentara agudamente con Gregorio Klimovsky o con Thomas Simpson. Aquellas acontecidas alrededor de tópicos como: el colonialismo científico, el significado de “importancia” de la ciencia, los alcances y sentidos de la objetividad de la ciencia en el contexto de justificación, la autonomía entendida como autonomía cultural y política de los científicos, (contra lo que Varsavsky llamaba seguidismo cientificista), la crítica despiadada a la hiperespecialización y a la competitividad como una forma de alienación en la práctica científica[13], la rigidez-reproductora de la estructura disciplinar; la responsabilidad del científico (“ni tecnócrata ni cuadro político; científico rebelde”); los intereses del país versus los de la empresa; la ciencia como aventura.(“colaboradora de la política en la construcción y preparación de un nuevo orden social”); la utilidad de la ciencia para el cambio social.[14].

Advirtamos los desplazamientos de sentido que acontecieron en relación con la autonomía y la utilidad en los años ’90. La autonomía se presenta casi como libertad de la Ciencia en un sentido liberal; esto es: casi en clave cientificista; y la utilidad aparece en el mejor de los casos como utilidad social de la ciencia en relación con movimientos sociales, empresas, estados, etc.; sin que la opción entre una u otra alternativa constituya un debate político y epistémico de primer orden para los científicos y tecnólogos.

La Ciencia y la vida aparecían tramadas inextricablemente en aquellos debates. Volver a la obra, al tiempo y a la figura de Varsavsky invita a pensar en la entidad biográfica del saber, del conocimiento. Re-visitar esa escritura y ese tiempo se piensa aquí como una incitación (sin garantías) a encarnar un debate en el que la imaginación del futuro y el lugar de las Ciencias en esa tarea compartida polémicamente, no es para los gestores o los políticos profesionales, es nuestra[15]. Ella involucra tanto la producción de un pensamiento reflexivo sobre las prácticas científicas, como la crítica radical de nuestro tiempo. Estamos pensando en trabajar responsablemente para que estos debates acerca de la práctica científica, sus sentidos, sus alcances sociales –en un país que sobrevive tan lejos de la igualdad y la felicidad para todos– se transformen en un debate social y político que nos involucre más allá de alguna presentación en tal cual congreso o encuentro académico.

Deseamos-apostamos a que ese debate social nos involucre, como investigadores, en la aventura de imaginar colectivamente una política capaz de sustituir (como decía Raimond Williams) la práctica de una sociedad determinada por un mercado, por la de una sociedad sostenida por su economía (como empresa humana).




[1] Parece interesante aquí apuntar para la conversación que ese compromiso lo ubicaba a Varsavsky dentro o en relación con un colectivo de intelectuales; sin embargo eso ocurría junto con voluntad de sostener (en ese espacio) una voz singular.

[2] Rancière, Jacques (1996): El desacuerdo. Política y Filosofía, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires.

[3] Justamente, y esto es lo exponemos a la discusión, la politización en un sentido radical hace porosas las fronteras entre las Ciencias y redefine o mejor, interroga (como una cuestión de los científicos y tecnólogos) las relaciones entre Ciencia, Tecnología, Activismo político, Estado.

[4] Las citas de Varsavsky corresponden a Ciencia, Política y Cienctificismo, estudio prelimiar de Cristina Mantegari e Introducción de Miguel de Asúa, CEAL, Buenos Aires, 1994.

[5] Para comprender el contexto más amplio en el que se discute la tensión entre modernidad y modernización en Argentina, Cf.: Terán, O.: “Cultura, intelectuales y política en los 60” en Katzenstein, I.: (ed.) Escritos de vanguardia. Arte argentino de los años '60, The Museum of Modern Art, New York/Buenos Aires. Sobre la situación en la Universidad de Buenos Aires, Cf. Prego, C.: (2007) La Gran Transformación académica y su política a fines de los años '50. El proyecto de reorganización institucional y los inicios del debate del cientificismo en la Universidad de Buenos Aires” presentado al Primer Coloquio de Otoño: Ciencia y Universidad – Universidad Nacional del Litoral – Mayo 2007.

[6] Berman, M.: (1982) Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad, Siglo XXI, Madrid. Traducción de Andrea Morales Vidal, p. XI.

[7] A este respecto el cineasta R. Peck dice, desde Haití: “Vengo de un país que teóricamente no existe. Un país donde el debate intelectual se volvió un lujo y cada día pasado una victoria.(…) El capital ha ganado. El capital ha ganado todas las apuestas. Ha conseguido convencernos de que él solo era la verdad, él solo era la moral, él solo sabía hacer política. Mejor, nos ha convencido que lo político ya no es necesario. Pretende haber vencido sin violencia. Pretende haber vencido por persuasión, por eficacia histórica” del film “La ganancia y nada más” Francia, 2000.

[8] Eufemismo que reemplaza la trasnacionalización capitalista a escala mundial. La economía- mundo en términos de Wallerstein o de Arrighi.

[9] Naput, A. y O. Vallejos: (2007) “La política científica y tecnológica en la refundación democrática de la Universidad argentina. El caso de la Universidad Nacional del Litoral” en Actas del Primer Congreso Argentino de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología, Universidad Nacional de Quilmes.

[10] Laclau, Ernesto: “ Identidad y hegemonía: el rol de la universalidad en la constitución de las lógicas políticas” en J. Butler, E. Laclau , S. Zizek, Contingencia, hegemonía, universalidad. Diálogos contemporáneos de la izquierda, FCE, México, 2003, pp.62-63

[11] Publicación institucional de la SECYT Memoria crítica de una gestión 1983-1989, Buenos Aires.

[12] Idem, 8.

[13] Cito Varsavsky: “La competitividad se opone a la participación en un equipo de iguales, donde será luego difícil discernir la paternidad de las ideas y donde hay que renunciar a la comodidad de ignorarlo todo, salvo una especialidad limitada”

[14] Nuevamente Varsavsky: “El énfasis sobre las condiciones locales es esencial. Si se pretende hacer una teoría general de la revolución se habrá fracasado de entrada. Debe plantearse un problema de decisión dinámica: sabemos esto y aquello en la Argentina de hoy y de la situación mundial. El papel del científico no es reemplazar sino integrarse al Estado Mayor revolucionario, cuando existe, y usar su experiencia científica junto con la experiencia de los hombres de acción.”

[15] Para científicos pretenciosos, que deseen una buena vida, libre y feliz para todos los seres humanos y por ello: “con intereses múltiples”, inquietos, curiosos, aventureros y apasionados. (dispuestos a abandonar una especialidad para asumir otra!!! Como sostenía temerariamente Varsavsky).

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