Por Alcia Naput y Oscar Vallejos
Toda escritura se sitúa en un tiempo histórico aunque no pretenda exhibirlo. La nuestra, en ocasión de referirnos reflexivamente a la obra de Oscar Varsavsky, no será una excepción. Involucrar reflexivamente nuestro horizonte histórico, desde las preguntas, los malestares, las críticas y las perplejidades, será parte de esta exposición, en relación con nuestro encuentro con esta obra que sabemos inscripta en una época, parte de una época. Pero también, la escritura de Varsavsky excede su tiempo allí donde colocando en primer plano la historicidad de la investigación científica y su politicidad, interpela nuestro presente.
El desafío de pensar a Varsavsky es doble: reconstruir (parcialmente y a pinceladas) la escena histórico-política e intelectual (la singularidad de un tiempo histórico) y acercarnos a la compresión de una personalidad singular. Hay en la obra de Varsavsky. un programa político y de estudio que suponen una discusión sobre el presente. Y cuando decimos programa político, tal vez debiéramos decir que hay una actitud política (más allá de las propuestas estrictamente programáticas para tecnología y ciencia) una voluntad y un sentido políticos en el que se inscribe la puesta en cuestión del contenido epistémico de
Escuchemos un poco a Varsavsky[4]:
“El valor de un científico debería medirse por la calidad de su trabajo, la originalidad de sus ideas y la influencia que ellas tienen en sus colegas, por su capacidad de formar a otros más jóvenes, de crear escuela, por la intensidad y continuidad de su esfuerzo.
Todo esto es muy difícil de medir, de contabilizar, y hay que hacerlo para millones de jóvenes que aspiran a entrar a este grupo y para los centenares de miles que ya han ingresado pero cuidan celosamente que no se les postergue el reconocimiento de sus méritos.
El sistema ha resuelto este problema de una manera muy acorde a su ideología, usando como instrumento principal el paper.(…) Sin exagerar demasiado podemos decir que lo que el investigador científico produce para el mercado científico es el paper (…)
En base a esto se ha creado un mecanismo de ingreso y movilidad interna en este grupo (…) controlado por una élite cuya autoridad deriva en parte de sus antecedentes científicos y en parte cada vez mayor de su influencia sobre las fundaciones y otros proveedores de fondos (…)
Esta tendencia a usar sólo índices cuantificables es ya mala en economía, peor en Sociología y suicida en Metaciencia pero se usa porque es práctica (ej. Informe de
Resumiendo: cientificista es el investigador que se ha adaptado a este mercado científico, que renuncia a preocuparse por el significado social de su actividad, desvinculándola de los problemas políticos, y se entrega de lleno a su ‘carrera’, aceptando para ellas las normas y valores de los grandes centros internacionales, concretados en un escalafón.”
La mayor vitalidad y originalidad de la ciencia, dice Varsavksy: la encontramos en los críticos de la sociedad actual, ej: Marcuse, W. Mills…Hay lamentablemente una escasez de genio (de ideas que sean cualitativamente distintas) que asume su verdadera proporción cuando se la compara con la superabundancia de medios disponibles.” (hay, dice Varsavsky, toneladas de paper, muchos objetos pero menos ideas que antes)
A la vez afirma:
Hay bastantes motivos para confiar en que una nueva sociedad favorecerá el florecimiento de grandes ideas, y no por su interés en nuevas ramas de la ciencia sino por porque permitirá nuevos métodos de trabajo”.
Queremos aquí detenernos a pensar en la naturaleza “paradojal” o “contradictoria” de la situación social apuntada por Varsavsky: escasez de genio y superabundancia de medios; la vitalidad de la ciencia asociada a la producción crítica de la sociedad y el automatismo de la producción científica asociada a un proyecto modernizador; y la confianza en un futuro posible. En plena “edad de oro” del capitalismo, en la periferia, la escritura de Varsavsky expresa las claves de un tiempo paradójico: la modernidad y su contracara: la modernización.[5]
Marshal Berman sostiene que la modernidad “nos promete aventuras, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que al mismo tiempo amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos. Los entornos y las experiencias modernas atraviesan todas las fronteras de las geografías y las etnias, de la clase y la nacionalidad, de la religión y la ideología: se puede decir que en ese sentido
En las postrimerías del siglo XX (a partir de lo que Marcuse llamaría la sociedad opulenta) la idea de modernidad pierde su capacidad de organizar y dar significado a la vida de las personas. Y este acontecer, según Eric Hobsbawm, no es ni más ni menos que el triunfo de la lógica del capital – bajo los efectos de la extraordinaria explosión económica registrada durante la edad de oro y en los años posteriores – que, de la mano del abandono de la invención política, terminó por conformar un paisaje humano en el que es casi imposible percibir el sentido histórico de nuestra existencia. El cambio es percibido entonces, y paradójicamente, como un dinamismo social sin agentes sociales, sin sujetos.
Algunos creemos que esto no ocurrió sin lucha pero también que ello constituye una verdadera derrota cultural. Hemos abandonado la omnipotencia vanguardista (esta idea que expresaba Varsavsky) pero con ella se ha debilitado también la política, esto es: la imaginación y la construcción colectiva (que siempre se inscribe en una historia, se define en diálogo con un pasado) y sobre todo la polémica apasionada acerca del porvenir feliz, libre, igualitario. La radicalización del debate en torno a la imaginación y la constitución del porvenir, en torno a los sentidos de las prácticas presentes en relación con la construcción colectiva de un porvenir que merezca llamarse humano. Es en este contexto en el que se reinterpreta la política en clave de gestión estratégica y no de acción colectiva.
El texto de Varsavsky interpela nuestro presente en tanto enuncia una radical consciencia de la naturaleza política e histórica de la actividad científica y tecnológica. Sabemos de sobra que la tiranía militar trabajó denodadamente para enterrar aquel tiempo de promesa. Pero ¿qué ocurrió con la reconstrucción democrática a partir de ’83 en
Podríamos pensar que en el período de refundación democrática se construye hegemonía en torno a la democratización de la universidad pero, como decíamos, dentro del régimen estatuido de producción de conocimiento científico: el contenido de “investigación científica y tecnológica” no es llamado a debate, ni hay desacuerdo, no se perciben disputas simbólicas de peso entre diferentes sectores, que se propongan como representantes de una u otra concepción o significado.
En el documento-memoria de
(…) Con la creación del SAPIU sistema de apoyo para docentes universitarios, el CONICET, plantea un nuevo mecanismo destinado a producir cambios estructurales que privilegien al investigador universitario. (…) El docente que con dedicación exclusiva en
“En el mundo de nuestros días emergió y crece drásticamente un nuevo factor que oscurece a los otros y da su perfil singular a la historia que vivimos. Ese nuevo factor es la tecnología. Aupada de la ciencia, la técnica impulsa el crecimiento vertiginoso de las posibilidades humanas.”[12]
La matriz desarrollista modernizadora se articula así con la autoridad asignada a la ciencia como tribunal último de legitimación. No se expone al debate, ni se tematizan las formas de producción de conocimiento científico y tecnológico, el papel de conocimiento (y de qué conocimiento) en el crecimiento y desarrollo económico, ni las condiciones del bienestar humano en ese contexto de espectacular crecimiento de la economía-mundo capitalista.
En la tierra arrasada tras el Terror de Estado no emergió la querella que Varsavsky encarnara acerca de
Advirtamos los desplazamientos de sentido que acontecieron en relación con la autonomía y la utilidad en los años ’90. La autonomía se presenta casi como libertad de
Deseamos-apostamos a que ese debate social nos involucre, como investigadores, en la aventura de imaginar colectivamente una política capaz de sustituir (como decía Raimond Williams) la práctica de una sociedad determinada por un mercado, por la de una sociedad sostenida por su economía (como empresa humana).
[1] Parece interesante aquí apuntar para la conversación que ese compromiso lo ubicaba a Varsavsky dentro o en relación con un colectivo de intelectuales; sin embargo eso ocurría junto con voluntad de sostener (en ese espacio) una voz singular.
[2] Rancière, Jacques (1996): El desacuerdo. Política y Filosofía, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires.
[3] Justamente, y esto es lo exponemos a la discusión, la politización en un sentido radical hace porosas las fronteras entre las Ciencias y redefine o mejor, interroga (como una cuestión de los científicos y tecnólogos) las relaciones entre Ciencia, Tecnología, Activismo político, Estado.
[4] Las citas de Varsavsky corresponden a Ciencia, Política y Cienctificismo, estudio prelimiar de Cristina Mantegari e Introducción de Miguel de Asúa, CEAL, Buenos Aires, 1994.
[5] Para comprender el contexto más amplio en el que se discute la tensión entre modernidad y modernización en Argentina, Cf.: Terán, O.: “Cultura, intelectuales y política en los
[6] Berman, M.: (1982) Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad, Siglo XXI, Madrid. Traducción de Andrea Morales Vidal, p. XI.
[7] A este respecto el cineasta R. Peck dice, desde Haití: “Vengo de un país que teóricamente no existe. Un país donde el debate intelectual se volvió un lujo y cada día pasado una victoria.(…) El capital ha ganado. El capital ha ganado todas las apuestas. Ha conseguido convencernos de que él solo era la verdad, él solo era la moral, él solo sabía hacer política. Mejor, nos ha convencido que lo político ya no es necesario. Pretende haber vencido sin violencia. Pretende haber vencido por persuasión, por eficacia histórica” del film “La ganancia y nada más” Francia, 2000.
[8] Eufemismo que reemplaza la trasnacionalización capitalista a escala mundial. La economía- mundo en términos de Wallerstein o de Arrighi.
[9] Naput, A. y O. Vallejos: (2007) “La política científica y tecnológica en la refundación democrática de
[10] Laclau, Ernesto: “ Identidad y hegemonía: el rol de la universalidad en la constitución de las lógicas políticas” en J. Butler, E. Laclau , S. Zizek, Contingencia, hegemonía, universalidad. Diálogos contemporáneos de la izquierda, FCE, México, 2003, pp.62-63
[11] Publicación institucional de
[12] Idem, 8.
[13] Cito Varsavsky: “La competitividad se opone a la participación en un equipo de iguales, donde será luego difícil discernir la paternidad de las ideas y donde hay que renunciar a la comodidad de ignorarlo todo, salvo una especialidad limitada”
[14] Nuevamente Varsavsky: “El énfasis sobre las condiciones locales es esencial. Si se pretende hacer una teoría general de la revolución se habrá fracasado de entrada. Debe plantearse un problema de decisión dinámica: sabemos esto y aquello en
[15] Para científicos pretenciosos, que deseen una buena vida, libre y feliz para todos los seres humanos y por ello: “con intereses múltiples”, inquietos, curiosos, aventureros y apasionados. (dispuestos a abandonar una especialidad para asumir otra!!! Como sostenía temerariamente Varsavsky).
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